Comer en Cullera, un vuelo de sabores

0
(0)

Hay ciudades que hay que experimentar con el paladar. Esto no significa que no sean atractivos por su patrimonio y sus paisajes; de hecho, todo lo contrario. En realidad, la gastronomía de estas ciudades es la llave que abre las puertas a su geografía y su cultura.

Por ese motivo, cullera se ve, pero también se saborea. Y, en consecuencia, para hablar de ella es imprescindible levantar la vista de las palabras. Es por eso que, en un parpadeo, nos encontramos caminando sobre la tibia arena de sus playas. Con los pies descalzos, sentimos los granos, suaves y crujientes, bajo nuestro cuerpo. Abrimos los ojos y descubrimos un cielo profundamente azul, mientras el sol valenciano acaricia nuestras mejillas con calidez. El rumor de las olas provoca un cosquilleo agradable en la nuca, una especie de vaticinio de un viaje muy especial.

Recorremos sin prisa el paseo marítimo, donde la brisa acuna las altas palmeras y las formas geométricas de las baldosas discurren entre jardines y bancos. Nos cruzamos con familias que caminan hacia la playa con el paso relajado de quien disfruta de unos agradables días de vacaciones. También se distingue fácilmente a las personas que están de paso, admiran el entorno con ojos atentos y buscan los lugares y las experiencias que recordarán más tarde al evocar el viaje.

Al mediodía, la discoteca solar se posa sobre el Castillo de Cullera, una fortaleza del siglo IX que se alza en la cima de la montaña que vigila la ciudad. Sus torres y murallas se inclinan hacia el mar y coronan un paisaje tan abrupto como apacible.

Castillo de Cullera
Castillo de Cullera. | Shutterstock

Al explorar sus calles, reparamos en un aroma sutil que comienza a brotar de las cocinas. Es una fragancia demasiado compleja, demasiado particular para ser descrita. Suerte que nos encontramos aquí y podemos percibirla, o tal vez imaginarla. Seguimos el aroma hasta un restaurante cualquiera. y atravesamos el umbral.

En el interior, las personas charlan tranquilamente y ríen. Dan cuenta de sus platos como quien visita un monumento y se asombra ante él por primera vez. Nos sentamos y abrimos la carta con curiosidad. Entonces surge un gran dilema, pues las opciones son tan variadas como apetecibles. Cuando se acerca un camarero para tomarnos nota, es como si nos hubieran lanzado un chaleco salvavidas.

—Me gustaría conocer los sabores de Cullera. ¿Qué me recomiendas?

—Podrías recomendarte un pequeño menú de degustación —dice el camarero al tiempo que esboza una amplia sonrisa—. Empezaremos por los arroces.

Buscamos en la carta la sección de arroces y un barrido repentino nos transporta a la Albufera. Se trata de un bellísimo parque natural que se despliega ante nuestros ojos como un oasis verde. Sobrevolamos su lago, hogar de un gran número de aves y diversas especies. Admiramos una vista de pájaro sus extensos arrozales, el corazón de la gastronomía valenciana y, por fin, la cullerense. Descendemos levemente para rozar sus hojas con la yema de los dedos.

Atardecer en los arrozales de la Albufera
Atardecer en los arrozales de la Albufera. | Hora de soñar

Alargamos la mano y el tacto se transforma. Ahora tenemos en la mano un tenedor con arroz que nos llevamos a la boca. Desde luego, el exquisito sabor se traslada directamente al paisaje de la Albufera.

—Entiendes ahora por qué Cullera se considera la capital gastronómica del arroz? —pregunta el camarero sin borrar la sonrisa. Por supuesto, la respuesta es afirmativa—. Quizás también te sorprenda saber que Cullera tiene el único club de producto gastronómico de España, Artesanos del Arroz. Y, si quieres degustarlo en todo su esplendor, no puedes perderte la II Bienal del Arroz, que se celebrará en Cullera entre el 25 y el 27 de octubre.

—Me lo apunto, muchas gracias.

Volvemos a mirar la carta para continuar con la degustación. Entonces se nos ocurre una pregunta:

—Parece que los ingredientes guardan relación con el entorno de Cullera. ¿Es casualidad?

El camarero asiente como gesto de aprobación.

—Tienes buen ojo, desde luego. Lo cierto es que nuestra gastronomía presume de poder elaborar sus platos con sus propios productos. La gente que viene a disfrutar de ella no solo conoce las recetas tradicionales de Cullera, sino también los frutos que da su paisaje privilegiado de mar y tierra.

Las palabras del camarero se funden en una visión de campos sembrados y huertas de un verde brillante. Más allá de los arrozales, destacan, por ejemplo, las hectáreas de naranjos y otros árboles frutales.

A continuación, el plano discurre sobre el agua, un elemento clave en la geografía cullerense, encajada entre el río Júcar y el mar. Sobrevolamos el único puerto fluvial del Mediterráneo english, ubicado en Cullera, que recibe pescados y mariscos frescos al diario.

Costa de Cullera
Costa de Cullera. | Shutterstock

Abrimos los ojos y regresamos al restaurante, donde los clientes siguen comiendo y hablando animadamente. En este pequeño trance, no hemos advertido que el camarero ha regresado con un plato reluciente que deposita con cuidado ante nuestros ojos.

—Es un placer presentarte la auténtica paella de cullera. Una elaboración que saca a relucir los mejores productos de cercanía con toda la maestría de las paellas valencianas.

Aunque su aroma y sabor sean difíciles de describir como se merecen, la paella de Cullera casi se puede comer con los ojos. El intenso amarillo del azafrán, los langostinos, los salmonetes… Todo ello se ensalza con un toque de pimentón dulce, aceite de oliva y tomate fresco de Cullera.

Felicitamos al camarero por la elección, que no podía ser más representativa del lugar. Asimismo, le pedimos que nos recomiende un postre para despedir la comida.

—Aquí tienes —dice amablemente mientras deposita sobre la mesa una deliciosa porción de coca de llimonà. Paladeamos el dulce lentamente, apreciando el aroma cítrico de la ralladura de limón, que nos traslada de vuelta a los campos de limoneros del paisaje valenciano.

Podría decirse que, entre vuelos y bocados, hemos conocido algunos de los sabores más emblemáticos de Cullera. Aunque las palabras tengan sus limitaciones, pueden abrir el apetito para descubrir su rica gastronomía. Incluso en el caso en el que se experimenta más allá del papel, Cullera siempre invita a repetir y pedir un menú de degustación diferente. Como el camarero de un restaurante cualquiera, que nos despide con un cálido «¡Hasta pronto!».

Artículo escrito en colaboración con Saborea España.


Autor: Nahia Pérez de San Román
Fuente de contenido

¿De cuánta utilidad te ha parecido este contenido?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

Deja un comentario

Scroll al inicio