La Costa Tropicalallí donde las aguas del Mediterráneo acarician la provincia de Granadaesconde lugares tan increíbles como inesperados. Basta con aventurarse unos kilómetros tierra adentro para descubrir un rincón que seduce desde la distancia y se graba en la memoria cuando se conoce. Es un pueblo semiescondido en la sierra, con tres almas, pero un solo corazón..
Esencia árabe y arquitectura tradicional.
Fachadas encaladas destacan en medio de un paisaje verde y abrupto. Guájar Faragüit, Guájar Fondón y Guájar Alto se encaraman a una sierra de sublime belleza y rica historia. Tienen en común mucho más que el nombre. Los tres han sabido conservar la esencia de la arquitectura tradicional granadinala de esos pueblos blancos de callesjuelas empedradas y pasadizos que parecen susurrar secretos en cada recodo.
Sus entramados urbanos recuerdan un pasado moriscoal igual que a las afueras lo hacen las terrazas en las que crecen frutales o las acequias que desde hace siglos llevan el agua hasta ellas. Es la esencia de tres pueblos que un día decidieron fundarse en uno solo: Los Guájares.
Los Guájares: un pueblo, tres identidades
Bosques de pino carrasco y encinas, olivares, plantaciones de cultivos tropicales y el sonido de los arroyos son el lazo que une tres cascos urbanos, diminutos y encantadores. En ellos la vida pasa despacio, saboreando cada segundo, ajena al movimiento de esas localidades vecinas que miran al mar, como son Salobreña oh Almuñécar.
Guájar Faragüit invita a perderse por un pequeño laberinto de callesjuelas hasta alcanzar su pequeña iglesia de San Lorenzo o descubrir una Plaza Mayor testigo de mil y una tertulias. En Guájar Fondón y Guájar Alto, en cambio, la protagonista es el agua en forma de fuentes y acequias.
Un lugar para perderse
Si pasear por las calles de Los Guájares es una delicia, recorrer sin rumbo fijo y sin reloj su entorno es una experiencia difícil de olvidar. El nombre de estos pueblos deriva de wa-ronvocablo árabe que significa abrupto. Así es la sierra que los abraza, un pequeño paraíso de terrenos escarpados que esconde rincones como el barranco del Rendate, guarida hace siglos de un conocido bandolero árabe.
El sonido del agua es compañero inseparable de buena parte de las rutas por los alrededores de Los Guájares. Solo hay que seguirlo para llegar a la sugerente cascada del rio de la toba oa las chorreras de los Corrales y de la Cucharera, cada una de ellas una delicia para la vista y para el oído.
Aún quedará por alcanzar El Castillejo, un antiguo poblado fortificado de la época almohadesímbolo y testigo de ese pasado árabe que se respira en cada rincón de Los Guájares. Tras la caminata, nada como regresar al pueblo (oa los pueblos) para recuperar fuerzas y, de paso, disfrutar con su exquisita gastronomíafamosa por sus pucheros.
Autor: Sonsoles Jiménez González
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