Con sus paisajes de otro planeta, las Bárdenas Reales son un regalo de la naturaleza que impresiona por su extraña belleza y el silencio sobrecogedor que lo envuelve. A sus pies, los tonos ocres colorean el telón de fondo de un mosaico formado por pueblos donde historia y tradición se entremezclan con la naturaleza más asombrosa.
Descubriendo los pueblos más bonitos cerca de las Bardenas Reales
Ese territorio inhóspito hace de frontera entre Navarra y Aragón. A un lado y otro se alzan dos ciudades pequeñas de encanto innegable. En territorio navarro, Tudela es célebre por su fértil huerta, mientras que ya en tierras de zaragoza se yergue la capital de las Cinco Villas, Ejea de los Caballeros. Cualquier recorrido por las Bardenas Reales y su entorno, sin embargo, sería incompleto si no se incluyen en él localidades más pequeñas, pero igualmente atractivas.
Arguedas, puerta de entrada a las Bardenas Reales
Arguedas es el punto de partida natural para adentrarse en las Bardenas Reales, pero no debe ser solo lugar de paso. A las mismas puertas del desierto, campos de arroz y de cereal ponen el contrapunto de color y de vida a la aridez del parque natural.
Uno de sus rincones más especiales son las casas-cueva excavadas en la misma roca y que son recuerdo de antiguas formas de vida. Quedará aún un tesoro por descubrir: la ermita de la Virgen del Yugo. Es un templo modesto levantado en lo alto de una pequeña sierra, pero las vistas desde él cortan la respiración.
Carcastillo: naturaleza y espiritualidad
Carcastillo es cruce de caminospuerta de acceso a las Bardenas Reales y también final de la Cañada Real de los Roncaleses. Así, mientras que a un lado los senderos dirigen los pasos hacia los áridos paisajes del parque natural, al otro arranca una antigua ruta de trashumancia que atraviesa paisajes donde el verde es el protagonista.
Más allá de su riqueza natural, Carcastillo tiene otro tesoro, uno de los complejos monumentales más grandiosos que la orden del Císter levantó en Navarra. Novecientos años después de su fundación, el Monasterio de Santa María Real de La Oliva sigue envuelto en un ambiente que invita al reconocimiento, con el privilegio añadido de poder asistir a liturgias cantadas de los monjes.
Caparroso: una sinfonía en verde
El río Aragón abraza una parte de las Bardenas Reales y Caparroso se asoma a él desde una atalaya privilegiada. Esta es una villa pequeña pero deliciosa. que tuvo una cierta relevancia de la Edad Media y que aún conserva de aquella época un viejo puente y restos de la muralla.
Su pequeño tesoro, sin embargo, está a las afueras, hijo. las ruinas de la iglesia de santa fe. El templo se levantó sobre un pequeño cerro que regala una panorámica espectacular. A sus pies se divisa la alfombra que teje la fértil vega del río Aragón. Mientras, a sus espaldas, el paisaje se trasforma en los tonos terrosos de un parque natural que al atardecer se viste con un aura casi mágica.
Sádaba y su imponente castillo
La formación rocosa más célebre de las Bardenas Reales es Castildetierra. No muy lejos se alza otro castillo portentoso, este sí, recuerdo de un pasado medieval que dejó magníficos ejemplos de arquitectura militar en estas tierras. El castillo de Sádaba es una fortaleza del siglo XIII. de recia estructura y torres almenadas que permiten disfrutar de unas vistas fabulosas.
El de Sádaba es los castillos más bonitos de Aragónpero no es el único tesoro que recuerda la historia de la localidad. Más antiguo, de la época romana, es el Mausoleo de los Atilios. Y quedará por visitar la iglesia de Santa María, uno de los ejemplos de arquitectura gótica más bellos de Aragón.
Tauste, agua y arte mudéjar
Tauste se alza en las estribaciones de las Bardenas Reales, pero antes de llegar a ese paisaje desértico la gran protagonista es el agua. Por este territorio pasa una acequia que tiene su origen en el siglo XIII y que fue uno de los primeros canales de riego de Europa. A sus orillas todavía se alzan viejos edificios que hablan de ese pasado rural y que dan forma a una idílica ruta del agua.
Tauste tiene otro tesoro, la imponente y elaborada torre de la iglesia de Santa María. Esta torre, posiblemente alminar de una antigua mezquita, es una magnífica muestra de ese mudéjar aragonés que es Patrimonio de la Humanidad. Esa torre es una buena atalaya, pero hay otra: el Santuario de la Virgen de Sancho Abarca, con unas vistas fantásticas del moncayo y las Bardenas Reales.
Marcilla y sus mil y un sendero
Marcilla, como otros tantos pueblos cercanos a las Bardenas Reales, mantiene el recuerdo de su pasado medieval en forma de castillo. Desde su torreón se divisan el valle del Ebro y las Bardenas Reales, una postal que invita a sumergirse en ella. No en vano, esta localidad es punto de partida de un buen número de senderos que permiten explorar un entorno de una riqueza natural y paisajística extraordinarias.
A pie o en bicicleta, desde Marcilla se llega al corazón mismo del parque natural, pero también rincones menos conocidos, como el imponente barranco de los Álamos o los cortados del río Aragón. Y, si hay fuerzas para llegar algo más lejos, por aquí pasa el camino verde Ribera Alta de Navarra, una delicia para los sentidos.
Autor: Sonsoles Jiménez González
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