Cuando el papa Clemente V cedió en la cuestión templaria ante Felipe IV de Francia, conocido como ‘el Hermoso’, la Orden Militar tuvo sus días contados. Tras las primeras detenciones en el país galo, se extrajeron confesiones bajo tortura. Así, el pontífice decretó que se arrestara a los templarios en toda Europa. Durante el 1308, Jaime II de Aragón fue tomando poco a poco las fortalezas del Temple de su reino. Lo hizo a regañadientes y dio un buen trato a los cautivos. Sin embargo, el Castillo de Monzón no se rindió. La plaza fuerte oscense, la última aragonesa en caer, cayó el mayo de 1309.
Un magnífico castillo de origen árabe.
Mucho antes de que se diera la heroica resistencia del Castillo de Monzón, este fue parte de una plaza árabe. Se desarrolló en los siglos IX y X.. Primero en época Omeya y luego como punto de interés de varias Taifas, como las de Huesca y Zaragoza. A esta última fue a la que más atada estuvo. La fortaleza medieval apenas conserva elementos originales. El principal es la llamada Torre del Homenaje. Dominando el antiguo Monzón, se sitúan en el centro del sur del recinto, donde guardan la mayoría de atractivos.
La estructura guarda relación con ciertas torres árabes cercanas, como la del Trovador en la Aljafería de Zaragoza. Tiene una planta perfectamente cuadrada, cada lado con 10 metros de extensión. Actualmente luce más chata de lo que era en el medievo. Las reformas modernas la recortaron para evitar convertirla en un blanco fácil para la artillería. Sea como fuere, durante toda la historia ha sido el centro neurálgico del lugar.
En el siglo XI pasó a manos cristianas por primera vez. Fue Sancho Ramírez, rey de Aragón y Pamplona al tiempo, quién la tomó junto a su hijo, el futuro Pedro I. Esto suponía un golpe en la mesa del pequeño reino, que vivía una etapa de expansión. El río Cinca, que controla en buena parte Monzón, fue un frente de batalla clave. El intercambio de manos era habitual, con dos periodos de dominio musulmán confirmados. El primero fue de 1126 a 1130 y el segundo entre 1136 y 1141.
El Castillo de Monzón, una gran fortaleza templaria
Alfonso I El Batallador sentó las bases para el futuro del Castillo de Monzón. El monarca dedicó su vida a guerrear y legó su reino a las Órdenes Militares. Esta intención no se hizo efectiva, pero sí se consolidó. la relación entre aragoneses y monjes-guerreros. Tras la tercera conquista de la fortaleza, Ramiro II decidió asegurar la situación y la cedió a los caballeros templarios.
Antes de esto el lugar había tenido diversos añadidos de los que apenas quedan registro. Por ejemplo, se levantó una iglesia en el segmento suroeste de la colina en que se ubica el edificio. Fuera de las murallas, estaba dedicada a San Juan. Se descubrió gracias a trabajos arqueológicos en el año 2000 y apenas quedan restos de los cimientos. Sin embargo, la inestabilidad impidió que el edificio terminara de conformarse.
El año en que los templarios se hicieron con el control fue 1143. Fueron ellos quienes elevaron una mezcla de fortaleza y convento, siguiendo los preceptos cistercienses de su orden. Fruto de ello surgieron la mayoría de los espacios visitables hoy día. Por ejemplo, la sala capitular, un mole sin decoración apenas exterior que alcanza los 35 metros de largo. Bajo la misma se construyó un aljibe, bien protegido. En el extremo sur del complejo se levantó una torre dormitorio para los hermanos del Temple.
Cerca del anterior hito se sitúa la Torre de Jaime I. En el siglo XII, cuando se construyó, su función era la de calabozo. El castillo templario ya había tenido ese fin durante su época árabe y la mantendría en el futuro. No obstante, el nombre no viene de una reclusión, sino del hecho de que fuera el alojamiento de un rey-niño. El joven Jaime I, que acabaría siendo apodado ‘el Conquistador’, fue educado por los Templarios de Monzón entre agosto de 1214 y junio de 1217. Su tutor fue el Maestre de Aragón, Guillem de Montredon, fiel sirviente del monarca durante toda su vida.
También obra templaria es la iglesia de San Nicolás, marcial y de aspecto rectilíneo. Como el resto del lugar, entremezcla tanto románico final como gótico inicial. Su ábside semihexagonal es especialmente llamativo. De esta forma, servía tanto a la defensa como al culto. El conjunto, completado con enormes murallas y un acceso muy fortificado, hizo del Castillo de Monzón inexpugnable. Durante esta época, la ciudad albergó varias veces las Cortes de Aragón, en la catedral local. Una muestra de su importancia.
Por otro lado, cabe destacar que Rodrigo Díaz de Vivar, el legendario Cid Campeador, tiene una sorprendente conexión con esta fortaleza. Para empezar, su hija Cristina se casó con Ramiro Sánchez de Pamplona, señor de Monzón. También se dice que, en su etapa templaria, el Castillo de Monzón custodió la célebre espada del Cid: la espada Tizona.
El último reducto del Temple en Aragón
Como se ha dicho al principio, el destino de esta fortaleza fue similar a las del resto de enclaves templarios aragoneses. mientras que Peñíscola, miravet oh Tortosa cayeron durante el 1308, Monzón resistió hasta la primavera del año siguiente. Por ello es uno de los puntos más épicos asociados a la Orden del Temple en el norte de España. El ejército de Jaime II no pudo arrebatar el control mediante la acción directa. Por ello, planteó un exitoso cerco.
En contra de la creencia popular, los estudios más recientes no apuntan a un aciago final para los templarios aragoneses. Clemente V dejó a cada reino decide qué hacer con los caballeros apresados y sus sirvientes. Tales acciones se interpretaron como cierto arrepentimiento por dejar vendido a la orden frente a Felipe IV de Francia.
Tras un breve período, el Castillo de Monzón se dejó en manos de los Hospitalarios, los caballeros de San Juan. El desplazamiento de la frontera al sur y la falta de conflictos hizo que durante los siglos XIV, XV y XVI pasara a un segundo plano. En este último se adaptó la sala capitular para que sirviera como cuartel. Sin embargo, no se adaptó en exceso sus características a las nuevas formas de guerra.
Una fortaleza moderna para Monzón
Durante su historia, el Castillo de Monzón no dejó de lado su carácter militar. Durante la Guerra de los Segadores, en 1642, cayó en poder de Francia. Un año tardó en regresar a manos de Felipe IV de España. Este episodio dejó claro que su valor estratégico seguía siendo relativamente importante, al dominar el Cinca junto a lugares como barbastro. Las mejoras que la convertirían en una fortaleza moderna se dieron a partir de entonces.
No obstante, fue durante la Guerra de Sucesión cuando la transformación fue más acusada. Pasó por manos austracistas y borbónicas. Bajo la bandera de Felipe V, en torno a 1710, se levantaron bastiones, se engordaron los muros para hacerlos resistentes a los cañones y se reforzó la triple puerta de acceso. Una escalera en zigzag dificultaba la tarea de posibles asaltantes. Asimismo, la Torre del Homenaje se recortó, como se ha comentado. Su aspecto final se había alcanzado.
De nuevo poderosa, su guarnición no fue capaz de aguantar el embate del Mariscal Suchet durante la conquista napoleónica. Años después, el General Copons puso cerca al Castillo de Monzón en 1813. Los franceses se plantaron y la resistencia fue numantina. Contestaron a la excavación de túneles por parte de españoles realizando los suyos. Una guerra de topos que evitó la voladura de la muralla.
Durante el febrero de 1814, la suerte cambió. Las intrigas de Juan Van Halen, militar conocido por haber militado en diversos ejércitos sin ser acusado de traición, hicieron caer a los franceses. Sin mediar sangre, una serie de documentos del afrancesado que había servido a José Bonaparte hicieron que se abandonaran las plazas de Monzón, Lérida y Mequinenza. Hasta finales de este siglo XIX pasó a ser un cuartel de artillería.
El Castillo de Monzón, de bastión a Monumento
Ya en el XIX, en sus últimos años, se acometieron diversas reformas en el Castillo de Monzón. Volvió a tener un servicio asociado a lo belico durante la Guerra Civil. Entonces, las caballerizas, excavadas en la roca de la montaña, fueron refugios antiaéreos. El Cinca fue uno de las fronteras claves entre golpistas y las eclécticas fuerzas republicanas. Una vez superado el conflicto, en 1941, fue declarado Monumento Nacional.
En 1997, nuevas obras asentaron la propia montaña, así como casas de alrededor de estas y partes del mismo castillo. El nuevo siglo trajo interesantes añadidos para la fortaleza. Por ejemplo, en el 2000 se destaparon los restos de la Iglesia de San Juan extramuros. También logró ostentar el título de Bien de Interés Cultural y sufrió una efectiva musealización en la primera década del siglo XXI. Además, es parte indispensable de la celebración del Homenaje a Guillem de Montredónque recuerda hechos históricos relacionados con los templarios y el tutor de Jaime I. La buena conexión con la A-2 facilitar su vertiente turística.
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Autor: Javier Retuerta
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