Aunque en la ‘Laponia española’ puede llegar a hacer bastante frío, no es ese el motivo por el que ha recibido tal nombre. En el interior de nuestro país, una amplia zona tiene una densidad de población tan baja como la de Laponia o las Tierras Altas de Escocia. Hablamos de la Serranía Celtibérica, un extenso territorio que se reparte entre varias comunidades autónomas, y que se caracteriza por una grave despoblación sin visos de revertirse, pero también por una belleza natural extraordinaria.
El corazón silencioso de España
Hace ya unos años que el declive demográfico de algunas áreas rurales de la península ha hecho saltar las alarmas. La llamada España Vacía, o vaciadacomprende zonas amplias del interior, comarcas enteras que han visto cómo sus habitantes se iban a otro lugar. Dentro de esta geografía del silencio, llama la atención por su gravedad el caso de la Serranía Celtibérica, y en particular la que es la zona cero de la despoblación: los Montes Universales.
Dónde está la ‘Laponia del Sur’
La Serranía Celtibérica recibe ese nombre porque coincide a grandes rasgos con la zona que ocupaban los pueblos antiguos. celtas en la antigua Hispania. El eje vertebrador de este territorio es el Sistema Ibérico, una zona de elevada altitud que se reparte entre 10 provincias de 5 comunidades. Provincias como Cuenca, Teruel y Guadalajara se cuadran casi enteras en esta zona, mientras que Soria entera forma parte de ella. Son todos territorios de interior, con un relieve montañoso que dificulta las comunicaciones. Apenas hay ciudades, y las que hay suelen quedar a más de 45 minutos de los pueblos.
Dentro de este panorama, la zona más crítica se encuentra en los Montes Universales, con una dramática densidad de población que no llega a un habitante por kilómetro cuadrado. Estos montes se encuentran entre la Sierra de Albarracín en Teruel y partes del Alto Tajo de Cuenca y Guadalajara. La altitud aquí es muy notable, con algunos de los pueblos más altos de España, como Valdelinares. El aire es purísimo; El silencio, apabullante.
El porqué del éxodo de la ‘Laponia española’
El clima severo, un alivio a menudo difícil o la dispersión son factores que han hecho difícil el desarrollo humano en la región, pero hay más. Mientras que la del norte es un territorio bastante unificado, la ‘Laponia española’ tiene la desventaja añadida de la fragmentación administrativa. Esto complica, por ejemplo, el recibir fondos europeos para mejoras o, en general, poder aplicar soluciones unitarias. Así, el éxodo rural ha ido desangrando estas tierras y elevando la media de edad, que en muchos municipios se sitúan por encima de los 50 años.
Los orígenes de la despoblación, con todo, tienen bastante que ver con el cambio de la estructura económica. La zona ha dependido habitualmente del sector primario, que ha perdido competitividad. La poca inversión en carreteras, transporte, comunicaciones o educación. también las ha hecho menos atractivas para vivir, por lo que la población joven se ha ido. El envejecimiento resultante agrava el problema, y al final el abandono se va adueñando de una región que las administraciones parecen haber olvidado.
Descubriendo un lugar lleno de vida
Como suele suceder, a menor presencia humana mayor es el esplendor de la naturaleza. En ese sentido, el vasto territorio de la Serranía Celtibérica es todo un mundo por descubrir, lleno de paisajes extraordinarios y rincones que llenan el alma con su armonía sosegada.
El increíble valor natural de la ‘Laponia española’
Si hay que buscar un centro en esta región fascinante probablemente sería el Moncayo, techo del Sistema Ibérico. Hacia Soria, la Sierra del Almuerzo, el Cañón del Río Lobos o el manantial de la Fuentona son otros de los lugares que encierran toda la magia de la región.
Guadalajara aporta entornos memorables como el Parque Natural del Alto Tajo o las Hoces del Tajuña, mientras que la parte de Cuenca brinda maravillas tanto en su serranía como en la Manchuela Conquense, con serenos bosques de ribera, llanuras esteparias o el valle del río Cabriel. El sector aragonés no se queda atrás en tesoros naturales, y cuenta con la espléndida Laguna de Gallocantael Valle del Jiloca o las Hoces del Jalón, Mesa y Piedra.
La Serranía Celtibérica tampoco defrauda a quien se apasiona con la historia. La zona, naturalmente, es rica en yacimientos celtíberos.como Contrebia Leucade en La Rioja, Tiermes o la legendaria Numancia en Soria. Pero más allá de la Antigüedad, son numerosos los castillos (Gormaz, Enguídanos, Embid y tantos otros) y el patrimonio medieval en general, en el que destaca el siempre hermoso mudéjar aragonés.
Los Montes Universales, un edén en las alturas
La versión más pura del encanto que esconde toda esta zona apenas habitada se da en los Montes Universales. En ella, el visitante se encuentra prácticamente a solas con la naturaleza.. Las alturas se elevan cerca de los 2000 metros en picos como el Caimodorro. Son varios los ríos que tienen aquí su nacimientocomo el Turia, el Júcar o el mismo Tajo, para derramarse después en direcciones dispares.
No es tierra de grandes bosques, aunque haya buenas extensiones de pinos y robles, pero sí puede presumir de tener una especie de mariposa exclusiva de estas montañasel tirabuzón de Zapater, que sobrevuela estos vergeles durante el verano.
Una ruta asequible para conocer este rincón mágico. puede ser la que lleva hasta el Mirador del Portillo, partiendo de la localidad de Guadalaviar. En este pueblo hay un Museo de la Trashumancia que permite conocer la actividad tradicional de la comarca. Se halla muy cerca del nacimiento del Tajo, y se puede seguir en dirección a Frías de Albarracín, donde una valla nos separa de las vertiginosas paredes de la Sima de Frías.
Alrededor son varias las hoyas y dolinas, formaciones kársticas que añaden dramatismo al terreno. Se puede ascender a la Muela de San Juanen cuya falda, a 1600 metros, descansa Griegos, el segundo pueblo más alto de España. No muy lejos, se encuentra también el impresionante Barranco de la Hoz, en Calomarde, donde también espera una de las cascadas más espectaculares de España.
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Autor: Fran Agudo
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