Asomarse al vacío y vencer ese vértigo que se siente cuando la tierra parece desaparecer a los pies es una sensación poderosa. Una emoción que es posible experimentar en un sinfín de rincones de la geografía española. No en vano, el nuestro es un territorio de contrastes donde el mar y la tierra se dan la mano y donde los ríos y montañas se confunden en paisajes agrestes. En muchos de ellos los protagonistas son acantilados con unas vistas tan magníficas como a veces sobrecogedoras.
Acantilados de vértigo que mueren en el mar
España tiene casi ocho mil kilómetros de costa. Una parte de ella la protagonizan esas playas infinitas que invitan al ocio y al descanso. Otra, un abrupto litoral y salvaje salpicado de precipicios que cortar la respiración a la vez que ejercen una poderosa atracción.
Flysch de Zumaia, un capricho de la Naturaleza
Capas de roca desnuda se pliegan y superponen de una forma casi imposible. Los acantilados que forman la Ruta del Flysch en Zumaia son un auténtico tesoro geológico. Aquí la roca caliza nos habla de millones de años en los que la naturaleza ha ejercido su poder para crear unos acantilados que no son los más altos del litoral español, pero que resultan casi hipnóticos. La vista desde la Ermita de San Telmo es simplemente imprescindible.
Los Órganos singulares de La Gomera
En la costa canaria, dado su origen volcánico, abundan los acantilados. Algunos tan vertiginosos como Los Gigantes en Tenerife, Tindaya en Fuerteventura o Famara en Lanzarote. Pero la postal de Los Órganos de La Gomera es extraordinario. Asomarse a ellos no provoca vértigo porque alcanzar su borde a pie es complicado. Solo desde el agua ya cierta distancia se aprecia su singular y algo inquietante belleza. Lo que aparece ante la vista son millas de pilares basálticos a diferentes alturas que se elevan desde las aguas del océano y crean una imagen casi mística.
La Playa de las Catedrales y sus arcos de roca
En la costa de Ribadeo, en Lugo, hay una franja litoral en la que la tierra parece cortada a cuchillo. Acaba en el mar de forma tan abrupta como sinuosa y al asomarse al filo aparece uno de los monumentos naturales más espectaculares de la costa española. En la Playa de las Catedrales la erosión ha taladrado y moldeado la piedra hasta convertir la base de parte de esos acantilados en una sucesión grandiosa de arcos pétreos. No importa si se admiran asomándose al borde del precipicio o a pie de playa, la imagen es tan poderosa que deja sin palabras.
Vixía Herbeira, acantilados casi infinitos
La vista desde los acantilados de Vixía Herbeira, en la costa coruñesa, es tan hermosa como lo es su altura. De hecho, son los acantilados más altos de la Europa continental. Se alzan nada menos que 613 metros sobre el nivel del mar y lo hacen con un pendiente de más del 80 %. Desde ellos se aprecia una fastuosa postal de la Costa Ártabra, una de las franjas de litoral más abruptas de Galicia. A ello hay que sumar el sonido de un mar embravecido que choca a sus pies y unos. atardeceres que quedan grabados para siempre en la retina.
Cabo Formentor, entre mar y montaña
En el extremo más al norte de Mallorca, allí donde muere la Sierra de Tramontana, una lengua de roca se adentra en el mar y un faro se yergue sobre ella a más de doscientos metros sobre el agua. Cabo Formentor no solo es uno de los lugares más inaccesibles de la isla, también de los más bellos. El camino para llegar a su punta impone tanto como sus acantilados, pero la recompensa. es una de las postales más extraordinarias de las Islas Baleares. La alternativa es disfrutar de su imagen desde la distancia en miradores como el de Sa Creueta.
Acantilados de interior que dejan sin palabras
No todos los acantilados más espectaculares de España miran al mar. También los hay que se esconden entre los paisajes montañosos que atraviesan nuestra geografía. Y en lo más alto de algunos de ellos se descubren pueblos maravillosos que desafían a las alturas y dominan el paisaje.
El famoso tajo de Ronda
A Ronda la parte en dos un profundo desfiladero de paredes que alcanzan los cien metros. A ambos lados y desafiando a las alturas creció una de las ciudades con más duende de Andalucía. Desde su Puente Nuevo o desde miradores como el de Aldehuela o el de la Espinela, la vista de los acantilados de Ronda es estremecedora.
Pero hay un lugar apto solo para los más valientes; un balcón en el paseo de la Alameda cuyo nombre responde a una exclamación políticamente incorrecta que casi nadie puede contener al asomarse a él. Para descubrir cuál es, nada mejor que acercarse y dejarse llevar por la impresión.
Un pueblo sobre el abismo: Castellfollit de la Roca
la de Castellfollit de la Roca es una atalaya privilegiada. Este pequeño pueblo se alza sobre un espolón rocoso de paredes verticales y 60 metros de altura. Su trazado urbano se adaptó a la forma de la roca y sus casas se funden con un acantilado que se eleva contundente sobre el paisaje de la Garrotxa, en el corazón de Girona. En la punta de ese risco se alza la Iglesia de Sant Salvador y, justo delante, un mirador permite asomarse al abismo y contemplar la belleza del paisaje casi a vista de pájaro.
El acantilado que alberga la cascada más alta.
Entre Álava y Burgos se esconde un paraje singular: el Cañón de Delika. Pero es especial no solo por su oscura belleza, sino también por un imponente acantilado desde el que se despeña el río Nervión. Una caída libre de 220 metros. que la convierten en la cascada más alta de españa y la segunda de Europa. En los meses más cálidos puede estar seco, pero eso no significa que no se pueda disfrutar de un paraje en el que cualquiera se siente diminuto ante esas paredes que hay que admirar desde lo alto y también desde su base.
Arribes del Duero, un acantilado infinito
Allí donde el río Duero hace de frontera natural entre España y Portugal, el paisaje se torna abrupto. El cauce discurre entre paredes que rozan los 300 metros de altura. La sucesión de acantilados que son los Arribes del Duero se pueden observar a bordo de una embarcación o a vista de pájaro, desde miradores que provocan una sensación de vértigo a veces difícil de digerir.
Uno de los más espectaculares es el que se asoma a la Presa de Aldeadávila, una de las más altas de España. Muy cerca se encuentra otro acantilado singular, el Pozo de los Humosal que se conoce como el’Niágara español‘ por la belleza de su caída de agua.
Los acantilados rojos de las Barrancas de Burujón
Las Barrancas de Burujón son uno de esos lugares que parecen de otro planeta. Sus acantilados rojizos ofrecen un espectáculo visual que tiene un poder casi hipnótico. Es, en realidad, una zona de cárcavas donde la erosión ha cortado y moldeado el terreno arcilloso hasta darle un aspecto que muchos recuerdan al Cañón del Colorado. Sus acantilados no son tan altos, ni tan grande su extensión, pero sí lo es la magia que envuelve este rincón singular de la provincia de Toledo.
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Autor: Sonsoles Jiménez González
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