Maravillas de Gipuzkoa que hay que ver al menos una vez en la vida

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El territorio histórico de Guipúzcoa o Gipuzkoa reúne una cantidad de alicientes de todo tipo que sorprende para una provincia tan pequeña. El verde magico del País Vasco Está muy presente, pero también. Fantásticas playas, montañas de leyenda y pueblos llenos de carácter.. San Sebastian es toda una institución como destino turístico desde hace décadas, pero vamos a ver qué otras visitas indispensables se deben realizar en el territorio guipuzcoano. Estas son algunas de las mejores maravillas de Gipuzkoa.

Naturaleza emblemática

Flysch de Zumaia

Flysch de Zumaia
Flysch de Zumaia. | Shutterstock

Zumaia es uno de los puntos más fascinantes de todo el País Vasco, pero su flysch es simplemente una maravilla de la naturaleza que deja con la boca abierta a cualquiera. Las finas lascas de roca emergen enhiestas del mary son verdaderamente como un libro donde los científicos pueden leer más de cincuenta millones de años de historia natural.

El conjunto de los acantilados, las playas y las suaves ondulaciones verdes del terreno forman una imagen imborrable, que se puede disfrutar incluso en un paseo en barco, o bien subiendo hasta otra de las joyas del pueblo, la ermita de san telmodesde la que se goza de unas vistas insuperables.

Embalse de Urkulu

Embalse de Urkulu
Embalse de Urkulu. | Shutterstock

Acercarse hasta este pantano supone conectarse con el corazón del paisaje guipuzcoano, una sucesión de suaves colinas, arboledas y picos más respetables. La mejor manera es recorrer la vía verde que lo rodea, de seis kilómetros y medio, ya sea a pie o en bicicleta, y disfrutar de este rincón lleno de tranquilidad.

Otro punto importante a favor es que el embalse se encuentra en la pintoresca villa de Aretxabaletauno de los pueblos pueblos más bonitos de Gipuzkoa, notables por su arquitectura religiosa y algunos edificios nobles como el Palacio de Otálora. Todo este entorno es especialmente goloso para los amantes del turismo activo, que pueden realizar desde piragüismo en el pantano hasta senderismo en uno de los mejores parques naturales de la región, el de Aizkorri-Aratz.

Valle del Leitzarán

Valle del Leitzarán
Valle del Leitzarán. | Shutterstock

Pocos lugares hay como el Valle del Leitzaran o Leizarán para conocer el pasado de las tierras vascas. hoy día es el único valle despoblado de la provincialo que brinda una oportunidad única para conectarse con sus bosques o disfrutar de un recorrido en piragua por sus aguas cristalinas.

Sin embargo, la zona es testimonio de la actividad humana en el devenir de los siglos, desde los abundantes monumentos megalíticos hasta las minas, molinos y ferrerías que nos hablan de épocas más recientes. También hubo una línea de tren, hoy desaparecida, que ha dejado una fantástica vía verde por la que recorrer este entorno privilegiado.

El patrimonio cultural

Ermita de Santa María de la Antigua

Ermita de Antio
Ermita de Antio. | Shutterstock

La localidad de Zumárraga, en la comarca del Alto Urola, posee uno de los tesoros de la arquitectura religiosa del País Vascola Ermita de Santa María de la Antigua, llamada también Antio o Ermita de Antio.

Lo que hace único a este templo es el armazón de madera de la parte superior, que le da un aire de construcción popular, emparentado con los caseríos del siglo XVI. La decoración de esta madera también se entronca con los motivos típicos de la tradición popular, y todo ello hace del Antio un lugar único, considerada «la catedral de las ermitas vascas».

Puerto de Getaria

Puerto de Getaria
Puerto de Getaria. | Shutterstock

Para conocer las esencias de la Gipuzkoa más marinera, Getaria y su puerto brindan una de las estampas más auténticas. El puerto de Getaria sigue siendo un importante núcleo de pesca de bajura y, aunque en tiempos recientes ha sido bastante modernizado, todavía es un rincón único en el que observar la animada vida marítima de estas tierras.

Se ubica, por los demás, entre la Isla de San Antón y el casco histórico de la localidad, un entramado urbano de origen medieval que además conserva restos de la antigua muralla. Entre estas calles se cuentan torres nobles y la bella iglesia gótica de san salvador. Precisamente bajo la iglesia discurre un curioso pasadizo que lleva del núcleo antiguo hasta las escaleras que dan al puerto, el Katrapona. Son varios los miradores que permiten admirar la magia del Cantábrico en la villa natal de Juan Sebastián Elcano, pero el puerto se mantiene como el alma tradicional y gastronómica de Getaria.

Santuario de Loyola

Santuario de Loyola
Santuario de Loyola. | Shutterstock

El lugar de nacimiento de san Ignacio de Loyola se ha convertido en uno de los centros espirituales de Gipuzkoa, que irradia hasta el mundo entero. El santuario se encuentra en torno a la casa torre de la familia del santo, en el valle del río Urola, y es un impresionante conjunto arquitectónico de origen barroco.

La casa natal de Íñigo de Loyola se conserva desde los lejanos tiempos medievales, mientras que la basílica impone por su enorme cúpula y los 150 metros de fachada. El interior de este lugar deslumbrante sobrecoge por los altares churriguerescos y por la presencia del órgano excepcional. Más allá de su enorme valor como monumento, el santuario sigue siendo un centro de espiritualidad de primer orden, con una agenda llena de ejercicios espirituales todo el año.

Santuario de Arantzazu

Santuario de Arantzazu
Santuario de Arantzazu. | Shutterstock

En el municipio de Oñati, sobre un paisaje sensacional de rocas y desfiladeros, se levanta el santuario dedicado a la patrona de Gipuzkoa, Nuestra Señora de Arantzazu. El nombre quiere decir «lugar de espinos», y es que dice la leyenda que la Virgen se apareció sobre un espino.

Pese a las remotas raíces de este culto, el santuario es una muestra sobresaliente de la vanguardia artística vasca. La construcción actual, después de muchos incendios y reedificaciones a lo largo de los siglos, se inició en 1950, y cuenta con grandes obras de los más destacados artistas vascos del siglo XX.

La fachada muestra destacadas aportaciones de Jorge Oteiza, que esculpió los Apóstoles, mientras que el grandioso retablo, de 600 m², es obra de Lucio Muñoz. La propia arquitectura es de una modernidad que sorprende, con formas puntiagudas que evocan el espino. Tanta fue la osadía de los artistas que participaron, que de hecho las obras llegaron a estar paralizadas cerca de 15 años.

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Autor: Fran Agudo
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