Sus muros aún destacan en un paisaje donde dominan los pinares. Se alza en el que hace mucho tiempo era un fértil y tranquilo valle, un buen lugar para el retiro y la oración. Siglos después de su construcción, la algarabía de turistas y visitantes del cercano Pantano de San Juan rompe ese silencio tan deseado por los antiguos religiosos. Pero ajenas a ese trasiego, las ruinas del monasterio más antiguo de Madrid mantienen un aura casi mística e invitan al reconocimiento, aunque sea solo por unos momentos.
Historia de un monasterio casi milenario
El Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias se encuentra en terreno de Pelayos de la Presa. Este es un municipio de descanso y veraneo, ese lugar que muchos buscan para desconectar y olvidarse del ajetreo constante de la capital de españa y de su corona metropolitana. En tiempos de los visigodos también era lugar de retiro, pero para aquellos que buscaban hacer vida ermitaña. Hasta doce eremitorios llegaron a repartirse en el entonces llamado Valle de las Iglesias, todos ellos regidos por un abad. Fue esa comunidad benedictina el germen del monasterio.
Alfonso VI conquistó estas tierras a finales del siglo XI y, años más tarde, en 1150, Alfonso VII concedió a aquellos monjes eremitas el Privilegio Real de fundación. Poco despues el monasterio se incorporó a la Orden del Cister y bajo ella se mantuvo hasta la desamortización de Mendizábal. Así, después de siete siglos de historia, el Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias quedó condenado al abandono y la ruina.
Luces y sombras en la vida del templo.
En su larga historia, el monasterio ha vivido momentos de gloria, pero también ha sufrido episodios dramáticos. Todos ellos, de un modo o de otro, han quedado reflejados en la piedra que le dio forma. La prosperidad llegó de la mano de su incorporación en 1485 a la Observancia de Castilla, una de las congregaciones cistercienses más florecientes de aquel momento. Un esplendor efímero que apenas se resiste por un par de siglos.
Sus muros vieron dos incendios, uno en el siglo XIII y otro en el XVIII. Fueron dos duros golpes que el monasterio pudo superar, al igual que lo hizo a la enajenación de dos de sus señoríos o al saqueo de las tropas napoleónicas. Pero no pudo sobrevivir a la desamortización, al expolio ni al abandono.
El monasterio pasó a ser un fantasma en medio del paisaje de la Sierra Oeste de Madrid. Y así fue hasta que la casualidad, la buena fortuna o el designio divino pusieron en su camino un reconocido arquitecto madrileño, Mariano García de Benito. En 1974 apareció un anuncio en prensa que llamó su atención: un particular vendía las ruinas de un monasterio y los terrenos adyacentes por doce millones de las antiguas pesetas, unos 72 000 euros actuales.
García de Benito no solo adquirió el recinto religioso, sino que puso todo su empeño en que resurgiera. Conseguir que recuperara su antiguo esplendor era ya imposible, pero al menos sí se podía evitar que los restos del monasterio se perdieran para siempre. No tardó en iniciar las tareas de recuperación y restauración de esta joya arquitectónica que años más tarde donó al municipio de Pelayos de la Presa. En la actualidad, gestionado por una fundación, goza de protección como Monumento Histórico Artístico Nacional.
El monasterio más antiguo de Madrid, un tesoro arquitectónico
A pesar del deterioro, el monasterio conserva trazas de su vieja gloria y también de las diferentes etapas constructivas desde su fundación hasta su abandono. Al pasear la vista por sus muros se descubren pinceladas de estilos muy diferentes. La cabecera con sus tres capillas y la nave de la iglesia conservan la robustez del románico de la construcción original. Pero no hay que desviar mucho la vista para anunciar en el mismo templo notas del gótico isabelino de las primeras reformas, allá por los siglos XV y XVI.
Coincidiendo con su época de mayor esplendor, en los dos siglos posteriores, se realizó una ampliación del monasterio que ocultó su apariencia medieval. De entonces son pequeñas joyas como la puerta renacentista de la sacristía o elementos monumentales como la fachada barroca de tipo retablo de la iglesia. Todos esos restos permiten que, aunque buena parte de la construcción se perdiera para siempre, no sea difícil imaginarse cómo era antes de caer en el abandono.
Los trabajos de recuperación de este magnífico edificio han permitido no solo las visitas, también devolverle un uso, aunque ya no sea religioso, sino público. Así, el monasterio se ha convertido en escenario de excepción para conciertos y otro tipo de eventos culturalesademás de localización de lujo para el rodaje de películas y series televisivas.
Qué ver cerca del Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias
A pesar de ostentar el título de monasterio más antiguo de Madrid, Santa María la Real de Valdeiglesias es una joya arquitectónica no muy conocida. Sí lo es su entorno porque se alza a un paso de ese Pantano de San Juan que es la playa de Madrid. Además, en la localidad vecina de San Martín de Valdeiglesias se alza el imponente Castillo de la Coracera, que domina estas tierras desde el siglo XVI. Y un poco más allá, en tierras de Ávila, se encuentran los Toros de Guisando, un valioso conjunto de cuatro esculturas que representan a otros tantos berracos esculpidos en la Edad del Hierro.
No hay que olvidar tampoco que este es territorio de bosque en forma de pinares infinitos y rutas de senderismo para todos los niveles. Y para placeres mundanos, los reconocidos vinos de la zona, que se incluyen en la Denominación de Origen Vinos de Madridasí como una delicia gastronómica tan modesta como contundente: las patatas revolconas.
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Autor: Sonsoles Jiménez González
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