Semana Santa De Sevilla 2025

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¡Ah, la Semana Santa de Sevilla! ¡Decir «Semana Santa» es decir Sevilla, y decir Sevilla en estas fechas es hablar directamente al alma! Como ferviente hermano, nazareno (¡o costalero, si la suerte me lo permite este año!), te digo que esto no es solo una tradición, ¡es la vida latiendo en las calles!
Desde que el Miércoles de Ceniza nos marca el inicio, una impaciencia santa comienza a crecer en el pecho. Los días se hacen largos, contando las jornadas que nos separan del Domingo de Ramos. Se respira un aire diferente en la ciudad: los escaparates se visten de morado y negro, el olor a incienso comienza a flotar sutilmente, y en los corrillos solo se habla de itinerarios, de capataces, de cuadrillas… ¡Una dulce locura nos invade!
Cuando llega el Domingo de Ramos, la explosión de alegría es indescriptible. Ver a nuestros Titulares, Jesús entrando en Jerusalén y la Virgen de la Palma, iniciar su caminar es como si el cielo se abriera en la tierra. Los niños con sus palmas, los vivas, las lágrimas contenidas… ¡Es el preludio de una semana de emociones a flor de piel!
Luego vienen los días, cada uno con su propia personalidad, cada hermandad con su historia y su sentir. El silencio solemne del Lunes Santo, la seriedad del Martes, la explosión barroca del Miércoles… Cada paso de los nazarenos, con sus túnicas impecables y sus cirios encendidos, es una oración muda que recorre las calles. Sientes el fervor del pueblo, el respeto, la devoción que se transmite de generación en generación.
Y qué decir del Jueves Santo… ¡La Madrugá! Esa noche mágica, única en el mundo. El silencio denso que precede al paso del Gran Poder, la emoción contenida al ver a la Macarena avanzar entre una multitud devota, el recogimiento ante el Calvario… Es una experiencia espiritual tan intensa que las palabras se quedan cortas. El cansancio desaparece, el frío se olvida, solo existe la conexión profunda con nuestros Sagrados Titulares y con los miles de hermanos que compartimos ese mismo sentimiento.
Como costalero, la emoción se multiplica por mil. Sentir el peso sagrado sobre mis hombros, el latido unísono de la cuadrilla bajo las órdenes del capataz, el esfuerzo compartido, la responsabilidad de llevar a nuestros Cristos y Vírgenes… ¡Es un honor inmenso! Cada levantá, cada chicotá, cada revirá es un acto de fe, una entrega total. El aplauso del público, los «¡Valiente!» que nos animan, son la gasolina que nos impulsa a seguir adelante, a pesar del cansancio y el dolor.
Y cuando llega el Viernes Santo, la atmósfera se carga de recogimiento y dolor. Ver a nuestros Cristos yacentes, a nuestras Vírgenes Dolorosas, es como sentir el peso de la Pasión en nuestros propios corazones. El silencio respetuoso, las saetas desgarradoras que rompen el aire, las lágrimas silenciosas… Es un día de profunda reflexión y oración.
El Sábado Santo es un día de espera, de esperanza. Y el Domingo de Resurrección… ¡Es la explosión final de alegría! Ver al Señor resucitado es la culminación de toda la semana, la victoria de la vida sobre la muerte, la renovación de nuestra fe.
En definitiva, la Semana Santa de Sevilla no es solo un espectáculo, es una vivencia profunda que te marca para siempre. Es fe, tradición, arte, música, olor a incienso y azahar, pero sobre todo, es un sentimiento único que une a miles de hermanos en una misma pasión. ¡Es algo que se lleva en el alma y se espera con ansia cada año! ¡Viva Sevilla y su Semana Santa! ¡Y vivan nuestros Titulares!

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