Sábado. Ha sido un largo día. Me he despertado temprano y he pasado el día recorriendo las maravillosas cataratas del Parque Nacional de Iguazú. Estoy cansada y asoleada. Pongo mis pocas cosas en orden en mi litera del hostal. Paso las fotos del día al ordenador aunque se me quieren caer los ojos. Mi cuerpo me pide dormir, un poco de descanso. Entonces abro el facebook, la mala costumbre. Tengo un mensaje de Fede, el amigo de Edi, al que debía de escribirle si en Ciudad del Este necesitaba algo. Viene a Puerto Iguazú en un rato a dar una vuelta y recargar gasolina (porque sí, en Argentina por lo visto sale más barato).
Me pregunta si quiero que pase por mí. Son las 8 de la noche. Le digo que sí, ya no me queda mucho más que hacer por aquí. Pasan las horas, Fede no llega. Su último mensaje es de las 23.30h. Mi cuerpo me pide dormir. Espero un poco más. Aparece finalmente a la una preguntando si yo soy Andrea. Le digo que sí. Recojo mis cosas y nos vamos al auto. Ahí nos esperan Carol y Nando. Me presentan, yo subo al auto y arrancamos. Al principio me cuesta entender bien la conversación, además estoy muy cansada y mi cabeza funciona a medio gas. Ellos hablan muy rápido y de vez en cuando además intercalan expresiones en guaraní.
Apenas se ve nada por la ventanilla. Ellos me preguntan alguna cosa aún tímidamente. Llegamos a la frontera de Brasil, nos piden las cédulas. En un par de minutos seguimos para adelante. Yo no se dónde estoy, pienso que ya hemos llegado a Paraguay cuando en realidad estamos llegando a Foz de Iguazú. Observo los carteles luminosos desde la ventana. Escucho de refilón la conversación. Entonces me preguntan si se dónde estoy y ahí me doy cuenta de mi error así que observo con más atención y veo los carteles escritos en portugués.
Mi estancia en Brasil no dura mucho. Pronto llegamos al puente de la triple frontera. Ellos no tienen que presentar su cédula. Yo les insisto en que yo debo parar para hacer el trámite de internación o tendré problemas al salir del país. Son la una de la mañana. Fede me acompaña. Es un señor callado. Agarra mi pasaporte, me mira y pone dos sellos. Ahora sí estoy en Paraguay, al menos eso dicen los dos sellos de mi pasaporte.
Paramos por unas cervezas, nos la traen al auto. Vamos camino de la casa de Nando, aunque yo de todo eso me voy enterando sobre la marcha. Sillas de alambre en el jardín, típicas aquí. Nos sentamos, tomamos. Ellos hablan, yo trato de participar. La conversación fluye fácil, también las cervezas. Yo muero de sueño, siento que necesito dormir. Finalmente nos vamos todos a llevar a Carol a su casa, que está justo a las afueras. Yo me duermo en el auto. Cuando despierto ya hemos llegado, es hora de dormir. Mañana será mi primer día en Ciudad del Este.
Feliz mirando los nuevos sellos de mi pasaporte.
Ciudad del Este, pese a ser una ciudad fronteriza, es un lugar que me ha gustado mucho y que guardaré con mucho cariño, supongo que por la compañía, más que nada, pero lo cierto es que he podido disfrutar bastante y sentirme cómoda en esta ciudad, la segunda en importancia de Paraguay, después de Asunción, la capital. Tiene alrededor de 400.000 habitantes y es uno de los mayores centros económicos, debido a su proximidad con la frontera. La verdad es que me ha gustado tanto que, después de casi una semana aquí, días más tarde, he decidido volver para pasar algunos días más en el primer lugar que me acogió en este país.
Jugando con Pablito en el jardín.
Los primeros días fueron de pleno descubrimiento. Eran muchas las ganas que tenía de llegar y conocer Paraguay. Llegué en la noche. Fede, un amigo de Edi, me vino a buscar a Puerto Iguazú en coche casi a la una de la mañana. Pasamos en coche la triple frontera. Era tanto mi cansancio que no pude evitar dormirme al final.
Al día siguiente tocó caminata. Siento no tener fotos, pero la caminata fue de noche y me gusta guardarla así en mi cabeza. Fuimos hasta el lago de la República, uno de los iconos del centro de la ciudad, el cual se alimenta de las aguas del arrollo Amambay. En él pude disfrutar de los reflejos que dibujaban las luces alrededor.
Caminamos luego por la zona comercial, el centro económico de la ciudad, que acostumbra a estar durante el día totalmente abarrotado. Sin embargo, yo lo conocí todo cerrado. Caminamos por su pequeño barrio chino buscando algo para cenar y acabamos en el barrio árabe tomando lomito y enterándonos de que el Cerro le había ganado el derbi al Olimpia seis a cero, o eso al menos nos dijeron ahí.
En Ciudad del Este aprendí las primeras costumbres paraguayas. Tomé mi primer tereré bien bien frío y probé en casa de Sany el Chipa Guasú (una especie de pastel de choclo (maíz) que se cuece al horno o en la tatacua), mientras bebíamos cachaza brasileña.
Aprendí, o traté de aprender al menos (aún lo sigo intentando) algunas palabras de guaraní, aunque había una que yo ya sabía y que a todo el mundo le hacía reír. Aprendí un poquito también como funciona la política de aquí y cómo se gestiona la medicina o las universidades, las cuales tienen horarios nocturnos para toda esa gente que tiene que trabajar durante el día.
Me he movido en auto, en taxi, andando y en autobús. También caminamos por el puente que une Foz de Iguazú con Ciudad del Este en plena noche y no nos pasó nada, aunque Fede me contó que no hace mucho dos chicas se habían suicidado saltando desde ahí. Yo pude situarme en la raya que marca la división entre ambos países.
Cambié unos pesos con los cambiadores que están en el centro en la noche, sentados en mitad de la calle y viendo la televisión que tienen instalada ahí.
He conocido bien el barrio San José y algunos de sus vecinos, con sus distintas historias. Elena tiene un hijo y muchas historias que contar. Pinta cuadros al óleo que mezcla con pintauñas brillantes, toda una artista. También quiere montar un grupo de patinaje artístico al ritmo de blackmetal para que las adolescentes descarguen así su adrenalina en lugar de tomar con sus amigos pasta base, una droga demasiado popular en este país y que hace mucho daño a aquellos que la consumen.
Me sorprendí al saber que muchos conocen Extremoduro aquí, mi grupo favorito, y pudimos escucharlo todos juntos mientras bebíamos a veces Pilsen y otras Brahma, las dos cervezas nacionales más famosas.
Este yo creo que había bebido demasiada cerveza la noche anterior.
También ha habido excursiones. Nos fuimos a conocer el Salto Monday y yo me fui a conocer la presa de Itaipú. Ha habido noches de asado y de bom-bon. He visto loros y mariposas guaraníes. Seguratas con escopetas demasiado grandes, demasiada gente en una sola moto. He podido disfrutar con multitud de tipos de conversación y todos me han tratado con tanta buena onda, que no dudaría en volver siempre. Gracias a Fede, a su mamá y a Pablo, gracias a Carol, a Nando, a Ríos, Wanda, Bandy y Fer, gracias a la familia de Nando, a Elena, a Cami, a Mathi, a Vale, a Sani y su familia y a todos los demás que han hecho que mi estancia aquí sea la mejor. ¡Hasta la próxima amigos!
Autor: Andrea Bergareche
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