Los bosques de españa son testigos mudos de una historia que no siempre ha sido generosa con ellos. Son también guardianes de viejas tradiciones y escenarios de leyendas, espacios naturales que a veces calman y otras inquietan. Adentrarse en bosques desconocidos, dejarse llevar o caminar sin rumbo por sus senderos resultan experiencias cautivadoras para el alma y los sentidos. De hecho, algunas de las rutas más bonitas de España se esconden entre hayedos, castañares o robledales que pocas personas conocen.
Entre la belleza y el misterio: bosques de España que hechizan
Faedo de Ciñera en León
En el corazón de un lugar aparentemente tratado de gris se esconde uno de los bosques españoles más fascinantes. Ciñera, a solo 40 kilómetros de León, tiene un pasado minero y profundas cicatrices recuerdo de esa actividad. Y es junto a una mina donde se abre un rincón en el que la vida se muestra con sus colores más alegres. Es el Faedo de Ciñeraun bosque de hayas centenarias que alcanzan los 30 metros de altura.
La ruta que recorre el bosque no es larga, apenas siete kilómetros de poca dificultad. No hay pérdida, arranca en el pueblo y está perfectamente señalizada. Y no hay que recorrer mucho para percibir la magia de un lugar donde habita un gigante: Fangus, una enorme haya con cinco siglos de vida. Es un sendero alfombrado con las hojas que caen en, envuelto en el sonido del agua del arroyo de la Ciñera y en el que se otoño siente la presencia invisible de la bruja Haeda, una bruja buena que, según la leyenda, fue a morir a este bosque.
Tejeda de Tosande en Palencia
El tejo es un superviviente, una especie que ya existió en el Jurásico, pero de la que apenas quedan bosques en Europa. Uno de ellos se esconde al norte de Palencia, en el Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina. La ruta por la Tejeda de Tosande discurre entre ejemplares milenarios que por momentos parecen seres sobrenaturales dispuestos a atrapar y engullir a quien ose alterar la calma del lugar.
La postal puede resultar algo inquietante, y es por ello una de las rutas de España más singulares. Son diez kilómetros de recorrido poco exigente que antes de alcanzar el bosque de tejos cruzando áreas pobladas por robles y encinas. No faltan tampoco las hayas; por ello, la mejor época para visitarlo es el otoñocuando estas se visten de mil colores y ya con sus copas desnudas dejan apreciar la singular belleza de los tejos, árboles de hoja perenne.
Y no conviene adentrarse en la tejeda sin conocer un pequeño detalle sobre una especie sagrada para los celtas. Del tejo se dice que es el árbol de la muerte por su toxicidad. De hecho, en el asedio romano a Numanciacuando los defensores de la ciudad vieron la imposibilidad de seguir resistiendo, decidieron quitarse la vida de manera colectiva tomando una infusión de tejo.
Hayedo de Otzarreta en Vizcaya
Podría dar la impresión de que el de Otzarreta es un hayedo más. Sin amores. En este pequeño bosque, situado en la vertiente vizcaína del Parque Natural de Gorbeia, las hayas tienen un crecimiento peculiar. Su aspecto recuerda al de los candelabros, con ramas en forma de brazos que parecen querer alcanzar el cielo. Son hayas trasmochadas, que se podaban cada pocos años para aprovechar la madera, y de ahí su particular silueta.
No puede extrañar en cualquier caso que las leyendas cuenten que este es hogar de ireltxos, unos traviesos duendecillos. O que sea uno de los dominios del Basajaún, el señor de los bosques vascosun ser mitológico de altura imponente, cuerpo cubierto de pelo, fuerza colosal y espíritu bondadoso.
el Hayedo de Otzarreta no es muy grande. El sendero que lo recorre tiene siete kilómetros, pero se puede prolongar para descubrir otros rincones llenos de magia. Uno de ellos es la bucólica Cascada de Uguna, que se precipita entre hayas desde un pequeño pozo natural. Otro es el Humedal de Saldropo, un lugar de enorme valor ecológico con un sendero circular desde el que se observan las magníficas vistas del Macizo del Gorbeia.
Fragas del Eume en A Coruña
Adentrarse en las Fragas del Eume es sumergirse de lleno en un escenario donde casi se sienten los poderes ocultos de las meigas y la presencia de mesgas y trasnos, también protagonistas de leyendas gallegas. Todo en este bosque es mágico: una vegetación tan densa que por momentos no se ve la luz del sol, el musgo que viste los troncos de los árboles o el sonido de arroyos casi ocultos por la maleza.
Las Fragas do Eume, a 40 kilómetros de La Coruñaes un auténtico paraíso para los amantes del senderismo, de la naturaleza y también de lo sobrenatural.. Son muchos los senderos que discurren por uno de los bosques atlánticos mejor conservados de Europa. Hay rutas de diferente recorrido y dificultad que atraviesan puentes y cañones, que llevan a viejos monasterios o, simplemente, a rincones que parecen de otro mundo, de un mundo imaginario.
El Parque Natural Fragas do Eume es grande, nueve mil hectáreas de bosque poblado por chopos, alisos, fresnos, robles y abedules. Tiene varios puntos de acceso, aunque el más habitual es el que parte del refugio de pescadores de Cal Grande y llega al Monasterio de Caaveiro. Un consejo: olvídate de las prisas y prepara el itinerario con tiempo, pero sabiendo que cualquier recorrido siempre sabrá a poco.
Castañar del Valle de Genal en Málaga
En el corazón de la Serranía de Ronda se esconde uno de esos bosques desconocidos que seducen incluso desde la distancia. Al Castañar del Valle del Genal se le conoce también como el bosque de cobre por el color con el que se ve en otoño. Ese color, matizado por la luz que se refleja en las hojas que han caído y en las que todavía se agarran con fuerza a las ramas, crea una atmósfera embriagadora, muy diferente a la de bosques cercanos de hoja perenne, como los de la Sierra de las Nieves.
Los senderos que atraviesan este singular bosque son numerosos y casi todos ellos de escasa dificultad y corto recorrido. Son senderos que arrancan en los pueblos como JúzcarGenalguacil o Jubrique. Unos caminos llevan a descubrir rincones singulares como el nacimiento del Genal o viejas caleras., de donde se extraía esa cal con la que luego se pintaban las fachadas de las casas. Otros alcanzan miradores desde los que disfrutar de postales inolvidables.
Pero no hay que conformarse con pasear por el bosque y dejarse seducir por su encanto. Hay que saborearlo porque esas castañas que caen de sus árboles también hacen magia. Con ellas se elaboran un sinfin de dulces y aderezos que son el ingrediente de delicias a las que es muy difícil, por no decir imposible, resistirse.
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Autor: Sonsoles Jiménez González
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