En 1973, las autoridades franquistas ponían fin a un municipio que se había mantenido independiente durante tres siglos. Acababa así una época de autonomía que en su día los vecinos, literalmente, habían pagado muy cara. Pero no estaban dispuestos a quedarse como una simple alquería de la capital. Por algo los llaman coloquialmente «gallardos».
Una historia de perseverancia
Situado en un punto envidiable del Corredor del Henares, el pueblo de Marchamalo. despliega la bandera verde con su escudo. Sin embargo, la cercanía de Guadalajaraque está a solo 5 kilómetros, ha puesto difícil durante mucho tiempo la existencia de un municipio propio para este pueblo.
Un cruce de caminos
Ya en la Antigüedad hubo muy cerca del actual Marchamalo un lugar llamado Arriaca, donde moraron primero los carpetanos y luego se asentaron los romanos. Allí, junto a la importante Vía Augusta, han aparecido numerosos vestigios de aquellos tiempos, como monedas y restos de una necrópolis.
Sin embargo, la población actual tiene origen medieval, concretamente árabe. El poblado llamado March-hamal, «prado hermoso»se beneficiaría con el tiempo de su privilegiada situación en el cruce del Camino Real de Guadalajara y el de Navarra, la Cañada Real Galiana.
Cómo Marchamalo compró su propia libertad
Durante todos los años en que Marchamalo va tomando forma, se trata, a pesar de todo, de una simple aldea de Guadalajara que no cuenta con jurisdicción propia. Sin embargo, en el siglo XVII todo se precipita. Siendo Guadalajara ciudad de realengo, es decir, que solo respondía ante el rey, una Provisión Real de Felipe IV puso a los marchamaleros entre la espada y la pared.
La Corona quiso vender lugares como este para sufragar gastos. Para seguir siendo dueños de su destino, a los lugareños no les quedó más remedio que comprarse a sí mismos con tal de no caer en manos de señoríos. Hecho esto, Marchamalo se convierte en Villa en 1627, pero aún habría más sacrificios y disputas pendientes con la ciudad vecina.
Los vaivenes del siglo XX.
Después de siglos como villa independiente, con su rollo para administrar justicia, su cárcel propia y servicios como carnicería o taberna a los que daba derecho su condición, a finales de la dictadura franquista hay cambios importantes en la ordenación del territorio. Es una época de fusión de poblaciones, y en 1973 Marchamalo vuelve a ser un simple barrio de Guadalajara.
Habrán de transcurrir 23 años hasta que, ya en democracia, los habitantes puedan decidir en referéndum si se separan de la ciudad, y así lo aprueban por abrumadora mayoría. Por fin, el 1 de enero de 1999 Marchamalo se convierte en municipio independientey su escudo verde puede lucir oficialmente, hasta el día de hoy.
Una asombrosa explosión demográfica
Si en el momento de su independencia, en los albores del siglo XXI, Marchamalo contaba con unos 4000 habitantes, en la actualidad son más de 8000. Pocos pueblos han duplicado su población en dos décadaspero es que la ubicación clave de Marchamalo sigue jugando a su favor aún hoy.
Si antaño fueron las cañadas, el Henares y las cualidades de su campiña, en los últimos años ha sido el dinamismo industrial del Corredor del Henares lo que ha atraído a nuevos habitantes. Dentro de su término cuenta con parte de un destacado polígono industrial, y la cercanía de Guadalajara, Alcalá de Henares e incluso Madrid hace de este municipio tenaz una opción atractiva donde establecerse.
Un paseo por Marchamalo
Podría parecer que una antigua aldea de una capital provincial, actualmente volcada en la industria, tendrá poco que ofrecer al visitante. Nada más lejos de la realidad. La dilatada historia de Marchamalo aflora en muchos puntosy bien vale una visita a su patrimonio.
De Roma a las casas señoriales
Las lejanas raíces del pueblo han salido a la luz con elementos notables como una lápida romana, en un yacimiento tan espléndido que mereció el nombre de «El Tesoro». Con todo, el mejor lugar donde respirar la historia local es la Plaza Mayordonde la casa consistorial, aunque moderna, evoca el pasado de estas tierras.
Allí se alza la Iglesia de la Santa Cruz, del siglo XVI, pero también una de las casas-palacio del pueblo, la de los Ramírez de Arellano, que ostenta una hermosa entrada con escudo y sillas acolchadas. La otra residencia reseñable es la casona de Zúñiga y Valdés, que tiene un bonito patio con fuente y un destacado artesonado de madera en su interior.
Hay algún otro escudo noble, como el que luce el Centro Social, y también una elegante ermita, la de la Virgen de la Soledad, junto al viejo Camino Real de Navarra. No menos llamativo es el paseo junto al Canal del Henaresdonde este hito de la ingeniería del siglo XIX sigue brindando una agradable caminata.
Sigue nuestro canal de WhatsApp para descubrir lo más fascinante de España.
Autor: Fran Agudo
Fuente de contenido