En los márgenes de la historia del arte que ha llegado a nuestros días existen innumerables relatos sin contar. Miradas silenciosas que se salen de los lienzos hegemónicos y han pasado inadvertidas en los discursos más extendidos. La exposición «Al bies» reivindica el papel de las mujeres en el arte de la España de finales del siglo XIX y principios del XX a través de creaciones que han luchado contra el tiempo y el olvido.
La exposición se podrá visitar en Madriden el Museo Nacional de Artes Decorativas, del 20 de noviembre de 2023 al 31 de marzo de 2024. «Al bies» exhibe diferentes tipos de obras relacionadas con las artes decorativas, desde pinturas y esculturas hasta cerámicas y encuadernaciones, pasando por encajes, batiks, figuritas y diseños variados. Para comprender mejor su contenido y los significados que este encierra, charlamos con las comisarias de la exposición, Idoia Murga y Carmen Gaitán, quienes pueden proporcionarnos una perspectiva experta en historia del arte.
Arte, vanguardia y conquista de derechos
Como no podía ser de otra forma, comenzamos la entrevista explorando el motivo detrás del propio nombre de la exposición, que hace referencia a un tipo de corte del ámbito de la costura que rasga el tejido de forma diagonal, desafiando la dirección del hilo. A través de esta metáfora, el proyecto hace frente a las reglas establecidas que relegaban a las mujeres artistas a una posición marginal. En palabras de las comisarias: «En ella presentamos los resultados de las investigaciones que llevamos haciendo los últimos 5 años en los fondos del museo y en otras instituciones y colecciones particulares para ofrecer otras formas de entender los paradigmas de la modernidad y la vanguardia, hasta ahora restringidos a unas prácticas que han dejado fuera una parte consustancial de la actividad artística realizada por las mujeres».
En cuanto a los principales objetivos de la exposición, su respuesta es esclarecedora: «Queremos profundizar en un panorama creativo fascinante del cambio de centuria en el que las mujeres reivindicaron un arte en sus propios términos que merece ser reconocido. Entre lo doméstico y lo público, sus prácticas abarcaron vertientes como el diseño de interiores, la moda, la escena, la ilustración, la cerámica y la encuadernación».
No obstante, aquella transformación no se reduce al contexto artístico. «Las artes vinculadas al adorno, la decoración y el espacio íntimo reflejaron los cambios sociales y culturales que permitieron un avance fundamental en la situación de las mujeres (por ejemplo, en los años diez se fundan la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer y la Residencia de Señoritas, en los años veinte se abren instituciones como el Lyceum Club Femenino, en los años treinta se consigue el voto de las mujeres) ».
A pesar de los cambios que modelaron la sociedad y el arte con la oleada de las vanguardias, hay un matiz que no se puede obviar a la hora de esbozar un retrato de la realidad de estos artistas, puesto que las artes decorativas acarreaban ciertos estigmas. «La historiografía consideró estas manifestaciones como “artes menores” en comparación con las llamadas Bellas Artes (pintura, escultura, arquitectura…) y las invisibilizó en los relatos de la historia del arte, en buena medida, por asociarse a lo femenino».
De ahí nace, precisamente, el trabajo de Idoia Murga y Carmen Gaitán, porque «la mayoría de las mujeres no podían acceder a esas pinacotecas porque no pintaban cuadros, o esculpían, o podían titularse para ser arquitectas. Las mujeres se volcaban en otros soportes y formas que estaban a su alcance, cultivaron otras estéticas.. Por eso, nos propusimos estudiar desde esas motivaciones los fondos del MNAD. Esto nos ha permitido encontrar piezas de este período que estaban sin catalogar (como batiks, diseños de interiores o fotografías), que son anónimas, aunque sabemos que han sido producidas por mujeres».
La importancia de los espacios.
En esa búsqueda de un lugar de libertad, de una habitación propia en la que desarrollar la creatividad, aquellas mujeres exploran espacios internos y externos en los que el arte y la vida real se entrelazaban. Así, por una parte, «el hecho de que el ámbito doméstico fuese el destino tradicional y mayoritario para las mujeres llevó a que dedicaran gran atención a intervenirlo y ponerlo a su gusto (…). Lámparas, armarios, biombos y sillas, heredados de sus familias o intervenidos por ellas, invadieron sus espacios de intimidad y proyectaron la vida interior y la personalidad de estos artistas».
Los puntos intermedios entre lo público y lo privado también originaron espacios de lo más interesantes. En palabras de las comisarias: «La dedicación de los artistas al paisaje de gran formato y la pintura al aire libre permitió que la naturaleza penetrara en el interior y se integrara en la decoración. Al mismo tiempo, el jardín actuó como lugar intermedio entre el contexto privado y la vida pública, un entorno natural domesticado y amable para cuyo disfrute es posible encontrar la concepción de bancos y fuentes firmadas por los artistas. En estas décadas de transición fundamental hacia la conquista de derechos para las mujeres, el paso de quien mira desde el interior del hogar a través de la ventana para salir al espacio público constituye la materialización de una metáfora. En última instancia, más allá del horizonte, otros creadoras imaginaban y diseñaban un mundo exterior más justo, aquel que todavía hoy esperamos en clave de igualdad».
Reconstruyendo el relato de las mujeres en el arte
Hogar y ventanas, esfera pública y privada convergen en un legado que enriquece una narración a la que siempre le faltaron matices. Por suerte, algunos artistas consiguieron labrarse un puesto en el relato principal. «El hecho de que figuras como Maruja Mallo, Ángeles Santos y María Blanchard hayan conseguido abrirse un espacio en el canon artístico hegemónico permite hoy que también se recuperen otros artistas aún menos conocidas, cuya producción no solo abarcó soportes como la pintura y el dibujo, sino también todo el abanico de artes decorativas y diseño que mostramos en la exposición».
La exposición «Al bies» reconoce esos logros al mismo tiempo que mira más allá, a esos cortes en diagonal que no lograron hacerse con el reconocimiento que merecían. «Victorina Durán, Matilde Calvo Rodero, Delhy Tejero, Amelia Cuñat, Casimira Orgaz, María Luisa Villalba, Marisa Roësset o María Sorolla son solo algunos de los nombres del medio centenario de artistas representados en la muestra, que podrán poco a poco ir abriendo los relatos a nuevas formas de contar la historia del arte. Esperamos que la exposición pueda incentivar futuros estudios de todas ellas y muchas más».
Artículo escrito en colaboración con el Museo Nacional de Artes Decorativas.
Autor: Nahia Pérez de San Román
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