La España de las tres culturas es como comúnmente se denomina al periodo de convivencia entre judíos, musulmanes y cristianos en la Edad Media. Hasta la expulsión de los judíos en 1492, la Península Ibérica se nutrió de las diferentes tradiciones y expresiones culturales y religiosas que entraron en contacto. Fruto de esa relación surgieron las juderías o barrios judíos, cuya huella ha quedado impregnada en la arquitectura de muchas ciudades que hoy dan testimonio vivo del legado sefardí.
Herencia histórica y cultural
Durante los siglos XII y XIII, los hebreos no fueron obligados a vivir por ley apartados de los cristianos, pero tendieron a agruparse en sus propios barrios. Las juderías parecían ciudades en miniatura, donde albergaban edificios públicos, sinagogas, hospital, escuela, hornos o comercios.
Este recinto era normalmente separado de la zona cristiana por una muralla, tal y como deseaban las autoridades civiles y religiosas. También servía como método de protección a la comunidad judía de posibles ataques, pues la convivencia no fue sinónimo completo de tolerancia. A pesar de que las relaciones entre cristianos y judíos fueron generalmente pacíficas, la hostilidad se fue incrementando paulatinamente a partir del siglo XIV.
Estos enclaves marcaron el que hoy es el casco histórico de muchos municipios españoles. Pasear por las estrechas y laberínticas callejuelas de las antiguas juderías es una realidad, así como visitar sus sinagogas, casas o museos. Un auténtico recorrido por los Caminos de Sefard que la Red de Juderías de España ha impulsado en defensa del patrimonio histórico y legado hebreo. A continuación, recorremos nuestra selección de las juderías con más historia y belleza de toda la Península Ibérica.
10 juderías en España que merece la pena visitar
Judería de Toledo
Toledo es la ciudad de las tres culturas por excelencia. Su barrio judío es, de hecho, una ciudad en sí misma, ya que ocupa un amplio espacio dentro del conjunto amurallado. El tiempo ha jugado a su favor manteniendo gran parte de la estructura arquitectónica intacta, en un recorrido que va desde la Puerta del Cambrón hasta la Iglesia de Santo Tomé. Allí uno puede saborear la auténtica cultura hebrea visitando la Sinagoga del Tránsito y el Museo Sefardí, así como la delicada y bella Sinagoga de Santa María la Blanca, en cuyo interior se conserva la decoración original con algunos elementos cristianos de época posterior.
La presencia de judíos en Toledo abarca al menos once siglos, desde la época de dominación romana en el siglo IV. Pero no fue hasta el reinado de Alfonso X el Sabio cuando la judería alcanzó su máximo esplendor. Llego a ser conocida en todos los reinos y culturas por su suntuosidad y belleza, además de por la calidad intelectual de sus rabinos.
Judería de Córdoba
Córdoba fue otra de las ciudades que recogió el legado de las tres confesiones que habitaron la península durante el medievo, cuyo diálogo intercultural está presente en su arquitectura urbana. Además de su increíble Mezquita-Catedral y el Alcázar de los Reyes Cristianos, la judería cordobesa es otro de los lugares que hoy más visitantes recibe la ciudad, además de tener el privilegio de formar parte de la zona designada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994.
La judería de Córdoba se levantó entre los siglos X y XV, pasando por distintas épocas de dominación. Sus años dorados los vivió durante el califato, cuando la comunidad hebrea alcanzó la cota más alta en el ámbito del saber.
El barrio presenta el típico trazado islámico con dos calles transversales centrales y un laberinto de pequeñas calzadas, los cuales destacan por su color blanco y las flores que engalanan los patios interiores. En el corazón de la judería se encuentra la Casa de Sefard, hoy convertida en un museo histórico y cultural por el legado sefardí. La sinagoga, otro de sus imprescindibles, alberga el único testimonio de la arquitectura religiosa hebrea que queda en la ciudad.
Hablar de la judería de Córdoba también es recordar a Maimónides, la figura más importante del judaísmo andalusí. En la Plaza de Tiberíades se encuentra la escultura de este médico, filósofo y rabino cordobés, cuya principal labor fue la de asentar la teología judaica sobre los principios de la razón filosófica. Hoy los visitantes que pasan por allí acarician su pie en busca de buena fortuna.
Judería de Hervás
Hervás es una de las localidades españolas que más se ha esforzado por recuperar y homenajear su pasado judío. En este bello pueblo de Extremadura hay que dejarse perder por el laberinto de sus empedradas callejuelas con paredes de adobe y casas entramadas de madera de castaño para saborear el pasado histórico de su comunidad hebrea. Además de la cuidada restauración de todo el barrio medieval, cada calle de la judería está decorada con el símbolo de la estrella de David y recibe un nombre característico que recuerda la convivencia abierta entre judíos y cristianos entre los siglos XIV y XV.
Es tal el orgullo que tienen sus ciudadanos que, desde 1997, se celebra la fiesta de los Conversos de Hervás. Durante varios días en junio, el pueblo rememora el pasado sefardí con actividades culturales y una gran representación teatral sobre el momento histórico de la expulsión, cuyo escenario de fondo es la ribera del río Ambroz.
A diferencia de otras comunidades judías de la Península Ibérica, la de Hervás vivió sus mejores momentos durante el siglo XV. Tras el edicto de expulsión, la mitad de los judíos permaneció en la villa en condición de converso hasta que no pudieron escapar de los procesos inquisitoriales de la centuria posterior.
Judería de Plasencia
En Plasencia se formó una importante comunidad judía, la más grande de toda Extremadura y con un considerable poderío económico. Desde la fundación de Plasencia por Alfonso VIII en 1189, contó con la convivencia entre judíos, musulmanes y cristianos en diferentes emplazamientos de la ciudad, por lo que las huellas hebreas se pueden percibir en el conjunto arquitectónico de la muralla. El monarca castellano y su hijo Fernando III fueron protectores de la población judía de Plasencia, haciendo frente este último a las ordenanzas discriminatorias tras el Concilio de Letrán en 1217.
La ruta por las calles de Plasencia está marcada por diferentes muros y senderos que aún conservan la memoria de las tres culturas que allí convivieron. La época de esplendor de los judíos fue en el siglo XII, cuando ocuparon principalmente la Plaza Mayor, el núcleo comercial de la ciudad. Sin embargo, es en la Puerta de Trujillo y la Plaza de San Nicolás donde realmente se encuentra la esencia hebrea de Plasencia, en el ámbito de la antigua Judería de la Mota. La Iglesia de San Nicolás fue célebre por desarrollarse los juicios mixtos entre cristianos y judíos. Pero, sin lugar a duda, la joya es el cementerio judío que se encuentra al otro lado de la muralla y está abierto al público.
Judería de Estella-Lizarra
Estella-Lizarra es conocida como la Toledo del norte por su monumentalidad y su bello entorno. Los palacetes, puentes y ríos que la envuelven enmarcan el patrimonio hebreo de la ciudad, donde existieron dos juderías y posiblemente más de una sinagoga. La comunidad judía permaneció ajena durante seis años al Edicto de Expulsión por las cortes castellano-aragonesas, motivo por el que esta ciudad de Navarra recibió población de otras aljamas en busca de refugio.
A diferencia de las demás juderías españolas, el legado hebreo de Estella-Lizarra se percibe tras los huecos invisibles que relata su historia, ya que los edificios que lo conformaron hoy se ocultan bajo tierra. En la parte más antigua de la ciudad, en la calle Elgacena, se encuentra el antiguo emplazamiento donde se situaba la desaparecida Judería Vieja.
La única parte material que se puede encontrar en la actualidad es la muralla que delimitaba y defendía la Judería Nueva, situada a los pies del Camino de Santiago. A pesar de las pocas edificaciones que quedan, en las construcciones cristianas posteriores también se evoca el pasado hebreo de la ciudad, como en los dinteles de la Iglesia del Santo Sepulcro donde aparecen dos figuras identificadas como personajes judíos. Otro ejemplo es el templo románico de la Iglesia de Santa María Jus del Castillo, que fue levantada en el solar donde se encontraba la antigua sinagoga.
Call de Girona
Las juderías de Cataluña son conocidas con el nombre de «Call», una palabra que proviene del latín callis y que significa «paso estrecho entre dos paredes». El call de Girona fue la segunda comunidad sefardí más importante del territorio catalán en la Edad Media entre los siglos X y XV, por detrás de la judería de Barcelona, llegando a tener incluso tres sinagogas en el mismo barrio. Sobre uno de sus solares se encuentra el actual Museo de Historia de los Judíos de Girona, en el centro Bonastrucça Porta.
La judería de Girona destaca por la increíble calle escalonada del Barri Vell, más conocida como la Pujada de Sant Domènec, que es además uno de los conjuntos históricos y artísticos con más valor de la ciudad. La belleza de este rincón ha protagonizado escenas de algunas películas conocidas como la de El perfume: historia de un asesino.
Judería de Segovia
La aljama de Segovia fue una de las más ricas y pobladas de toda Castilla. La comunidad hebrea desarrolló durante tres siglos una actividad próspera que también colaboró con el crecimiento de la ciudad. El fin de sus días llegó en el año 1481, cuando se obligó a los judíos a vivir confinados en una zona delimitada. La judería quedó apartada y cerrada en la parte sur de la muralla desde la antigua Sinagoga Mayor hasta la Puerta de San Andrés.
Recorrer la judería de Segovia es viajar en el tiempo. Sus calles mantienen la esencia de ese pasado gracias al hermoso conjunto de viviendas de piedra que han sido cuidadosamente restauradas, dotándole de un aspecto único. El itinerario de esta maravillosa aljama comienza en la antigua Sinagoga Mayor, cuyo interior despliega una exquisita arquitectura hebrea. La Casa Palacio del Rabí Abraham Seneor es otra parada obligatoria, así como llegar hasta la Muralla de San Andrés, la puerta principal que cerraba la judería y que ofrece unas vistas impresionantes de la ciudad quien se atreva a subir por ella.
Judería de Ávila
Junto a la judería de Segovia, la de Ávila también constituyó la más importante del reino en cuanto a tamaño e importancia de sus habitantes, además de ser de las mejores conservadas de España. La ciudad gozó de un trato mejor que en otras aljamas de España, ya que algunas de las disposiciones discriminatorias que se dictaron contra los judíos no fueron aplicadas en Ávila. Luego, en los siglos XIV y XV, la situación se hizo cada vez más complicada para los ciudadanos.
A pesar de constituir una de las aljamas más importantes, la huella hebrea de Ávila no ha conseguido permanecer como en otras ciudades. Su arquitectura está prácticamente desaparecida. A día de hoy se sabe que contaba con varias sinagogas, la más importante de ellas, la de Belfard, estaba situada en la actual calle de los Reyes Católicos. Allí al lado se encontraba la Casa del Rabino, donde hoy se levanta un hotel. Tal vez la única edificación visible del pasado judío de Ávila sea la Puerta de la Malaventura, que era la zona en la que los judíos fueron confinados los últimos años antes de su expulsión de la península.
Judería de Sagunto
Sagunto no solo fue tierra de romanos, pues también albergó una importante comunidad judía que dejó impregnada su huella para siempre. Se cree que fue la más antigua de toda la Península Ibérica según los hallazgos arqueológicos encontrados, que se remontan entre finales del siglo I y principios del II.
La judería de Sagunto se convirtió en la más importante del Reino de Valencia durante la Edad Media. A día de hoy es posible percibir la herencia arquitectónica de vestigios del siglo XIV y XV, ya que conserva prácticamente intacta la misma trama urbana con sus casas encaladas y ventajas ojivales.
El trayecto se inicia atravesando el icónico Portalet de la Sang o Puerta de la Judería. Entre sus céntricas calles se encuentra la casa de la aljama, conocida como ‘Casa dels Berenguer’. Esta pertenecía a una familia noble valenciana que financiaba gran parte de la judería. Aunque no haya rastro de su antigua sinagoga, sí se ha mantenido el cementerio hebreo, convertido hoy en un museo al aire libre y que, curiosamente, fue el primero visitable de toda España.
Judería de Tarazona
En la localidad zaragozana de Tarazona se mantienen las dos aljamas que tuvo durante la Edad Media. La Judería Vieja, hoy conocida como la Rúa, es un barrio de callejones secretos y pasadizos misteriosos que recoge la larga trayectoria de la comunidad hebrea hasta el siglo XV. En ese momento se amplió con la Judería Nueva. Aunque ambas estén comunicadas por unas escaleras, cada una posee una personalidad totalmente distinta.
La edad dorada de la comunidad hebrea de Tarazona fue durante buena parte del siglo XII, cuando se levantaron los emplazamientos más atractivos de su judería, en este caso la antigua. La icónica imagen de Tarazona es la de sus casas colgadas, construidas en la misma muralla de la Rúa. Aunque resulta no menos interesante su Sinagoga Mayor o la Plaza de los Arcedianos, donde se celebraba una semana al año la típica fiesta judía del Sucot o fiesta de las cabañas.
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Autor: Irene Mira
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