Tiempo de volver a la ruta

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El tiempo se ha ralentizado. El ritmo ha bajado de velocidad. Lo noto en el cuerpo, me lo dice la hora al despertar. Lo noto hasta en los huesos, en el paladar. En este dolor de cabeza, esta pesadez que parece no quererme abandonar. Me pregunto si será el calor o si será esta cabeza dando de nuevo demasiadas vueltas.

Ya son tres semanas dando rodeos por aquí, que si voy, que si vengo y regreso. Ya es hora de marchar, me lo piden los pies, me lo pide la espalda. Me lo pide hasta el pulmón que quiere respirar. Este calor me aplatana. El tiempo paraguayo me saca de combate. Demasiadas horas de patio y tereré. Lo que al principio me parecía un placer ha comenzado a convertirse ya en una rutina  que ralentiza todo mi organismo. Necesito adrenalina otra vez. Necesito la droga que me hace crecer: necesito mapa y carretera, volver a la ruta. Demasiado tiempo muerto para pensar, demasiado para recordar cuando lo único que quiero es seguir para adelante sabiendo que algún día he de volver, pero que ese día sea otro, ya tuve suficiente con ayer.

Ya no puedo más con esta música a todo volumen de ritmos repetitivos que suena en cada radio. Ya no puedo más con estas manzanas caras, este sí pero no. Nada concreto y demasiada espera. Mi cuerpo pide y yo he de dar, es algo que ya no puedo retardar más. Estoy estirando los días, descolgándome (o colgándome, no lo se bien), del calendario.

No se puede volver atrás, en la ruta no se debe volver atrás, ha de ser un camino siempre hacia adelante que vaya a más.

“A quienes me preguntan la razón de mis viajes les contesto que se bien de lo que huyo pero ignoro lo que busco” (Montaigne).

Y yo se que debo seguir buscando, que es tiempo de seguir la búsqueda hacia adelante. Tengo que aprender a alivianar mi equipaje, a dejar atrás sin miedos, sin necesidades. A veces me cuesta soltar, me cuesta dejar ir. A veces solo quisiera parar, peor aún, volver atrás. Y entonces vuelvo por un momento, no importa dónde esté, qué día es. Me dejo llevar, me desconecto del presente, ya no escucho ni proceso lo que mis ojos ven porque mi pensamiento está muy lejos. Pero entonces se que tengo que volver, volver al momento presente para sentir el viento en la piel. Hay que dejar ir, igual que se va la marea. Hay que dejarse llevar por la corriente. Soltar lastres. Aceptar la despedida como parte de la vida.

Hay que seguir viajando. Hay que seguir creciendo. Hay que seguir descubriendo. 

tiempo

Autor: Andrea Bergareche
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